El otro día tuve una de esas clases
magistrales en la universidad. Ya era hora. Cómo nos engañan. Cuando una entra
ahí, piensa que todo (y todo es todo) va a merecer ser vivido, escuchado y
estudiado, pero no es así. Nunca es oro todo lo que reluce. De vez en cuando
sí, así que solo por esas veces merece la pena (positivismo).
Dicho esto, os
explico mi clase. Este año hago teoría y estructura de la publicidad y las
relaciones públicas (sí, se ve que los futuros periodistas también
necesitaremos estas cosas). Entró un profe grandote (evitaré nombrar todos los
adjetivos calificativos que se dignaron a decir mis compañeros). Es un
publicista y se notó desde el primer segundo, no sé si fue porque llevaba unas
gafas puestas y otras en la mano (iguales) o por qué, pero lo noté. Compré la
moto, ya me entendéis.
Me entusiasme con
la idea de la línea del tiempo. Nos explicó que tenemos que plantearnos
(siempre a corto plazo) dónde queremos llegar, quién queremos ser. Trazar la línea
para ver lo que nos queda y lo que ya tenemos hecho. Puso mucha énfasis en que
debemos dejar poco al destino/ azar. Que nunca contemos con él, aunque
aparecerá y, por eso, que nos pillé, al menos, dónde nosotros queríamos.
(Supongo que si uno está donde quiere las cosas feas son menos feas).
Aunque no me gusto
mucho que dijera que los periódicos estaban dando sus últimos coletazos, ya se
sabe eso de que las verdades duelen. Pero luego en el bus (mejor momento del
día) pues me eché a reír. No habrá periódicos, quizás, pero habrá otra cosa,
otra cosa para leer, para informar, para opinar… Y no me lo pienso perder,
aunque mis padres tengan un sentimiento de arrepentimiento por no haberme
prohibido algunas cosas...( ya se lo quitaré)
PD: He hecho la línea
del tiempo (profesional /estudiantil) de mi próximo año. Os explicaré a ver qué
tal.