"Como no sabía que era imposible, lo hizo"

miércoles, 30 de diciembre de 2009

La "especialidad"


Siempre quiso ser diferente. Intentaba leer libros que nadie leía, escuchar música que nadie conocía, odiaba la comida que a la gente le encantaba, no quería ir a los sitios donde iba la gente de su edad. Quería evitar ser tan cuadriculada como el resto del mundo. Fue un intento frustrado, como la mayoría de las veces sucede. Cuando salió de su círculo descubrió que había mucha gente con sus inquietudes, que no era tan especial, se dio cuenta de que en muchos ipods suenan ‘sus canciones’, que hay mucha gente que conoce –y adora- a sus escritores predilectos y descubrió que en un mismo día puede encontrarse hasta seis personas con su camiseta preferida puesta. Que todo el mundo sueña con ir, para volver. Las cosas son así, por mucho que uno ponga todas sus ganas y sus fuerzas en el intento.

Pero con él llego La Incoherencia. Ni flores, ni poemas, ni velas, ni ver las estrellas por la noche. Él llega y te empuja hacer cosas que jamás se te habrían pasado por la cabeza, te quita de un plumazo tus principios, tus ideales, tus… ‘yo nunca’. Y entonces ella se dio cuenta de que las cosas no son blancas ni negras, son grises. Que eso debía de ser amor. Que cada uno tiene que hacer su camino –con la gente que se encuentra mientras tanto-, que la felicidad es el trayecto –y hay que disfrutarla-, que cada uno tiene su paraíso y que la vida es un viaje, tu viaje.

martes, 22 de diciembre de 2009

Realidad privada


Siempre he sido una persona muy independiente y, sobre todo, de esas que quieren hacer –incluso- lo imposible. He ido a pocos sitios, pero tengo la idea esa de ir, venir, quedarme, volver. Durante tiempo he presumido de ser autónoma, de no tener ningún nudo, de esos que las personas se empeñan en hacerte y que te atan a algún sitio -o a unos cuantos-. Pues sí, de estas cosas y otras presumía, vaya cosas tengo yo a veces.

Pues no es oro todo lo que reluce. Y no soy tan atípica como pensaba ni tampoco como me gustaría. Me revelé en el autobús de camino a casa (estos trayectos me marcan demasiado). Todas las canciones me recuerdan a alguien, para bien o para mal. (Primera señal de nudo). Ayer, también me percaté que tengo algunas lagunas en eso de irme, muchos peros. Fue entonces cuando observé el gran nudo que me acompaña. Supongo que no lo había visto antes por que es muy disimulado y pasa fácilmente desapercibido. Está formado de nuditos muy muy pequeños, pero estrechamente ligados, de manera que no puede existir uno sin el otro, sino se rompería el hilo, me rompería. (Gran señal del segundo nudo). Me he dado cuenta de que eso de querer ‘hasta que duela’ puede traer muchas repercusiones y consecuencias varias, por que a veces duele. Me he dado cuenta de que me ilusiono fácilmente –de repente tú…-. También he descubierto que tengo una mitad, bueno un 90% de mí, alguien esencial, menos mal que la encontré, a ella, a la niña guapa.

Curioso, me sorprendí mucho. No sé que será esa fuerza, pero hace que no quiera vivir sin muchas cosas, que no quiera que nadie se vaya –ni siquiera un segundo-. Me he percatado que en la vida no solo vale con ser valiente, que hay cosas que aunque son muy tuyas, como los sentimientos, nunca podrás ser dueña.

Necesito nudos por sus contradicciones. Para ver la luz cuando todo parece negro. Por lo que son y por lo que serán. Por lo que representan. Por que son diferentes. Por que son míos. Por que soy yo.


Ayer me descubrí ,a veces sucede, aunque fue un poco raro. En el fondo es un alivio que fuera ayer y que fuera yo. Pero sigo sin tener remedio,"Veo cosas y digo,'¿Por qué?'. Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, '¿Por qué no?'"


martes, 15 de diciembre de 2009

despedidas I

Se fue sin más. No le dejo un pos-it pegado en la nevera, ni una carta de despedida, ni siquiera se molestó en dar un portazo. Tampoco se llevó su camiseta preferida, esa que ella siempre utilizaba después de sus noches -y mañanas- de pasión.

No lloró. Se tumbó en la cama y recordó su última noche. Recordó que la abrazo de una forma a la que no la tenía acostumbrada, lo hacía con todas sus fuerzas, igual que una niña pequeña abraza a su peluche antes de conciliar el sueño, de esa forma que se abraza la gente en los aeropuertos. Lástima que lo hiciera tan tarde, seguro que le hubiera gustado que lo hubiera aprendido antes. Fue increíble sentir por un momento que se fundían en uno, que no quería dejarla ir nunca. Pensándolo ahora, en frío, es curioso, la vez que sintió que más la quiso fue cuando hacía algo parecido a una despedida.

Estás cosas a mí también me pasan, en el momento que mis mariposas nacen las de la otra persona empiezan a escaparse. Así de oportuna soy.

No sé despedirme. Nunca nadie perdió su tiempo en enseñarme y ahora, que tengo cierta madurez, cada vez que llega el momento huyo. Cuando toca decir la frase, o dar el beso, el abrazo o cuando empiezan a saltar las lagrimitas me voy, no quiero que nadie se percate de mi falta de conocimiento.

Así que te hago saber que así es mejor, sin esas despedidas de las que no te puedes deshacer en toda tu vida y sin esos besos que revives una y otra vez.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Despreciable guerra


Tenía muchas expectativas contigo, tantas que daba incluso miedo. No las he perdido aún del todo –llámame ilusa–, pero estoy decepcionada.

Nobel de paz. Pensaba que se lo concedían a la gente que había hecho algo por la paz, no a la gente que tiene en mente hacerlo, o al menos eso dice –facta non verba–. De todas maneras, creo que es un buen estímulo para crear la paz, solo hay que saber utilizarlo, o mejor dicho, demostrarlo.

La guerra es un territorio donde la gente muere porque sí, donde no sabes si mañana habrá acabo, al menos para ti, y podrás volver a casa, a la paz. Es un sitio donde hay dolor, tristeza. “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre si por la decisión de viejos que se conocen y se odia”, Erich Hartmann.
“Ciertamente en una guerra todos somos víctimas. Los muertos y también los vivos, traumatizados por unos hechos, por unos recuerdos que marcarán indefectiblemente nuestras vidas. Pero quienes padecen la mayor crueldad, más allá de los que quedaron en el camino, anónimos bajo la tierra, son los más inocentes”, Javier Nart
“Una auténtica historia de guerra nunca es moral. No instruye, ni alienta la virtud, ni sugiere modelos de comportamiento, ni impide que los hombres hagan las cosas que siempre hicieron. Si una historia de guerra parece moral, no la creáis.” Tim O’Brian

Así que desde mi más sincera humildad y mi poco saber –y considerándolo una persona muy inteligente– le invitó a pensar, a replantearse eso de : “el uso de la fuerza no sólo es necesario sino que está moralmente justificado” o lo de “la guerra no debe glorificarse y su coste es “elevado”, pero “los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz”.

Tal vez, lo necesario sería que todos –incluyo a gente de a pie, políticos, reyes, ricos, asépticos y religiosos, a todos– en algún momento de nuestra vida, viviera una guerra, aunque solo fuera durante diez minutos. Quizás, sería esta la única receta para que todos aprendiéramos a despreciarla.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Espero curarme de ti

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú saber cómo te digo que te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?,"se hizo de noche"... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Espero curarme de ti, Jaime Sabines

jueves, 3 de diciembre de 2009

Miedo

¿Qué si tengo miedo? Estoy muerta de miedo. Me da pánico no volver a verte pasado mañana. Me da escalofríos pensar que mañana me despertaré –de un sueño-. Me da desasosiego imaginarme sin el posesivo tú. Me estremezco de pensar que no habrá una y después de mi nombre. Me da temor imaginar que las cosas se acaban –aunque yo siempre presumo de saberlo-. Me da recelo cada vez que pienso que las buenas épocas pasan muy rápido, tan rápido que a veces ni te das cuenta. Me da pavor que el tiempo no se pueda parar. Me produce desconfianza que seamos tantos –y tan pocos-. Me da aprensión no oír tu risa. Me da miedo olvidarme de tu olor.

Todos tenemos miedo. Las personas somos así. Da un poco de miedo, pero es bonito. Tener tanto que perder es bonito. Es vivir